Por: Daniel Pérez Romo
Alumno de Ciencias de la Comunicación UCEM
Servicio social del Laboratorio de Periodismo UCEM
Desde los inicios del Internet, la comunicación humana ha sufrido un radical cambio ya que hoy en día y con la tecnología actual es posible obtener virtualmente toda la información que queramos así como conectarnos no sólo con nuestros amigos y conocidos, sino con todo el mundo. Pero así como avanza la tecnología y la comunicación, se abre también un panorama ético digno de ser estudiado y discutido debido a que las interacciones entre la gente ahora también toman lugar en una realidad online donde las reglas no son exactamente las mismas que en el mundo “físico”.

Imagen por: Makyzz – Freepik.com
La cibercultura es un campo de estudio nuevo que aparece con las tecnologías de información y comunicación. Según la definición de David Silver, “la cibercultura es una colección de culturas y productos culturales que existen y/o son posibles gracias al Internet, junto con las historias contadas acerca de estas culturas y productos culturales.” (Silver, 1997). Sin embargo, la aparición de esta cultura no necesariamente implica la desaparición de la anterior, más bien modifica la realidad existente aportando nuevos elementos. En este sentido, José Antonio Pérez Tapias describe a la cibercultura como “la compleja realidad a la que van dando lugar las transformaciones tecnológicas actuales, cuyos efectos se van extendiendo reticularmente por todos los ámbitos de nuestra vida.” (Pérez Tapias, 2003:20)
Al concebir la realidad online como una cultura entendemos que la cibercultura es un término complejo que está comprendido por conceptos como leyes, valores, conocimientos y creencias al permitir conectar a personas de todo el mundo, brindando un espacio en el que nosotros construimos nuestros propios contenidos y donde se generan nuevas formas de consumo. Sin embargo, las libertades que brinda esta extensión cultural pueden tener consecuencias negativas debido a la facilidad de compartir y obtener información que muchas veces se hace sin un criterio ético o sin una reflexión previa.
Un ejemplo muy claro de esto es el cyberbullying, que surge de un problema ya existente, pero que se potencializa gracias a la tecnología. Tomemos el caso del 2012 de una joven canadiense que a los 15 años se suicidó debido al acoso que comenzó con una conversación de chat que tuvo con una persona anónima que la convenció a mostrarle una foto de sus pechos y luego la chantajeó con exponerla si no hacía un “baile online” con la webcam, a lo que no accedió la chica. En este caso, el internet funcionó como medio para difundir la foto íntima de la joven y como espacio para el acoso por parte de muchas personas de su entorno. Esto nos lleva al tema del sexting que, como en el caso anterior, ha dado lugar a que fotos íntimas de personas que después de compartirlas con su pareja o cualquier otra persona por medio de un chat, terminan en redes sociales donde mucha gente puede acceder a ellas. Además, están los famosos videos de “lords” y “ladies” que exponen a una persona por su comportamiento, en ocasiones violando su privacidad, al compartirlo por internet y afectando su reputación e imagen. El meollo del asunto es que, por su naturaleza, es difícil regular el internet desde la legalidad, lo que deja muchas decisiones a la ética de cada usuario y estos actos que afectan directamente a ciertos individuos quedan impunes.

Foto por: kid-josh, bajo licencia de CC BY-NC-SA 2.0
Es fácil decir que de haber actuado correctamente en primer lugar, estas personas se pudieran haber evitado muchos problemas. Es cierto que las decisiones que toman los afectados no siempre son las ideales y que es mejor reflexionar sobre sus acciones para considerar las consecuencias que pueden haber. Sin embargo, no podemos justificar el acoso, las violaciones a la privacidad o la difamación causada por otras personas al culpar a las víctimas de estas ofensas. No obstante, sí es necesario resaltar la importancia del cuidado que se debe tener al compartir información en línea, ya que debe de tomarse en cuenta el alcance que ésta puede adquirir y la forma en la que nos puede llegar a afectar.
El internet no es sólo una herramienta de trabajo o un medio de comunicación: es un espacio donde todos podemos interactuar e intercambiar información de una forma que en otros tiempos era inimaginable. Pero esto no significa que el ciberespacio se encuentre separado de nuestra realidad, sino que estos dos mundos, tanto el online como el offline, convergen en una cultura de la sociedad contemporánea y son moldeados el uno por el otro. Esta nueva realidad nos brinda una gran libertad de obtener y compartir información, pero con ella tenemos la responsabilidad de usar este ciberespacio de una forma consciente y tomando en cuenta las libertades y los derechos de los demás.